miércoles, 12 de noviembre de 2014 |

Cierre temporal del blog y nuevo proyecto.

Hace mucho tiempo que no actualizo, y no tiene sentido obligarse a realizar una actividad que cada vez llevo más descolgada y que no deja de ser un mero hobby, por esa razón deseo anunciar un cese temporal de la actividad matrionial  (como la infanta, qué cachondo) del blog. Me encuentro en una etapa en la que me apetece más dedicar algo de mi tiempo libre a lo literario antes que a la crítica social y política que era habitual en este rincón, no porque no atravesemos una etapa interesante en este aspecto, ni muchísimo menos; y no porque no halla qué denunciar, como parado y posiblemente futuro emigrante indudablemente tengo cosas que decir. Pero por otra parte subyace en mí cierto deseo de evasión que llevo eludiendo demasiado tiempo.

En cualquier caso mis relatos también van a menudo cargados de veneno y con la intencionalidad de agitar el avispero, sea como fuere, es muy posible que vuelva por este portal más pronto que tarde y que esto sea un hasta luego y no un adios, cansado de morderme la lengua y con la motivación que me hizo abrirlo en su día...

Os dejo el enlace a mi nuevo blog por si alguno de ustedes siente interés por mi nuevo proyecto y, en cualquier caso, gracias por todo este tiempo, vuestros comentarios y aportaciones, y por supuesto por vuestros grandes artículos que también he seguido de cerca y espero seguir en la medida en que me sea posible.

Un abrazo.


http://traslosidusdemarzo.blogspot.com.es/
lunes, 10 de marzo de 2014 |

Catastroika: Documental sobre la privatización de los bienes públicos.

Catastroika es un excelente documental griego sobre la privatización de los bienes públicos, sus efectos, y su metodología de instauración. Con la Perestroika de Gorbachov se inició el desmantelamiento del bloque soviético y su estructura estatal. Por primera vez en la URSS después del periodo de guerras se podían ver pobres vagando en las calles, llegaba la caída del bloque socialista y, por ende, el neoliberalismo iba a campar a sus anchas.

Sin un sistema con el que competir, algunas medidas keynesianas que produjeron ciertas coberturas sociales para tratar de lidiar precisamente con el sistema antagonista pasaron a ser un fardo inútil, caro, y prescindible. Todo está en venta al mejor postor. No existen los pobres, sino los "losers". Se asienta la coacción económica como nueva medida para derrocar gobiernos sin sacar un solo tanque a la calle mientras los Chicago Boys experimentan con sus tesis económicas en países enteros como Chile. Son aclamados como grandes economístas desde EEUU y occidente, mas sus políticas económicas generan sociedades a imagen y semejanza del citado país: Profundamente desiguales.

En Europa, sin embargo, cierto apego por lo público aún persiste, pese a esfuerzos de Thatcher entre otros, la cual protagoniza enormes fracasos en este campo como la privatización del ferrocarril (sobre el cual el Estado debe invertir en sólo tres años para lograr un mantenimiento adecuado lo que había ganado con la venta del mismo, ya que las empresas privadas, en su afán de maximizar los beneficios, no lo hacen).

Hoy día el mantra se nos repite una y otra vez, "la privatización es una gestión más eficiente", los servicios públicos "no son rentables". ¿Pero existe alguna experiencia, evidencia contrastada o estudio que lo demuestre? Al contrario, sectores vitales como el agua, el transporte, o la sanidad han funcionado peor en manos privadas, no se han mantenido correctamente, o han subido de precio sin motivos técnicos ni económicos que lo justifiquen; para más inri, las privatizaciones suelen llevarse a cabo en un clima de coacción, de falta de trasparencia y hasta de violación de los principios democráticos y soberanos de los países en las que son llevadas a cabo.

 

lunes, 24 de febrero de 2014 |

El bochornoso espectáculo de Évole.

Ayer no tuve el "placer" de ver Salvados (el programa de La Sexta de Jordi Évole), y visto lo visto, dudo que lo haga. Me suscitaba mucha curiosidad el capítulo en cuestión , y a la vez intuía que nuestra televisión no era ni mucho menos el lugar o la plataforma donde iban a abordar el 23F como merece la pena hacerlo, es decir, aludiendo a la participación del monarca. España es tan democrática tan democrática, que si pones en tela de juicio que realmente lo sea, te conviertes automáticamente en un antidemócrata. La crítica debe quedar circunscrita a un determinado ámbito, no se puede ni se debe poner en tela de juicio determinadas cosas, entre ellas el maníqueo Golpe de Estado o los no tan beneficiosos efectos del proceso que conminó en la Constitución del 78 y que actualmente estamos sufriendo. El caso es que me entero de que ni tan siquiera ha sido un programa del montón, sino que para colmo se ha rodado un falso documental con el único fin de crear expectación y jugar con la audiencia. Copiando el formato que inició magistralmente Orson Welles y posteriormente Kubrick en Operación Luna, Jordi ni tan siquiera innova. Eso sí, agradece a los que "han disfrutado y han sabido jugar" con ellos. Si alguien tenía depositadas esperanzas en este personaje como adalid del periodismo reivindicativo, espero que hoy hayan expirado.

Hace unos días, en alusión a Wyoming y al trato que la supuesta izquierda televisiva da a Cuba, Venezuela, etc., dije en una conversación que La Sexta (cabe destacar que su dueño es el mismo que el de La Razón del señor Marhuenda) y la inmensa mayoría de medios denominados "de izquierdas" en nuestro país, así como los periodistas y comunicadores que trabajan para ellos, no son sino parte de una disidencia controlada. Vías de este tipo son creadas o compradas por la derecha para facilitar a la población, cuyo descontento crece y se acumula como en una olla a vapor, una válvula de escape que conciban como alternativa real cuando de facto no lo es. Es fácil, se tolera crítica hasta cierto punto: En materia de corrupción por ejemplo, a título personal; de la Infanta, de Urdangarín, de los banqueros... Pero nunca a los fundamentos de un sistema que posibilita esa corrupción.

Si controlas a los tuyos y y también a la oposición cercenándola, realmente nunca tendrás oposición. Hoy queda de nuevo meridianamente claro.

Sólo me queda decir otra cosa. Señores y señoras, eso que tienen en sus estanterías se denomina libro, no estaría mal que lo recordaran. Y no, no me refiero al volumen de porno para madres y para beatas que tanto ha vendido, no sé si eso puede considerarse como tal, pero bueno, es igual. El caso es que si realmente desean informarse, tendrán ustedes más posibilidades en la red y en los libros que en la televisión. Comiencen a apagarla, y se encenderá su espíritu crítico.
miércoles, 5 de febrero de 2014 |

Pena y asco.

Siento pena, pena y asco por mi país y sus gentes. Lo cierto es que no suelo bajar mucho al centro de mi ciudad, y cuando lo hago hay una cosa que siempre me trastorna y a la que, por suerte, no he conseguido acostumbrarme. La mendicidad. Y no sólo eso, sino el cerciorarme de que el número de personas en situación de pobreza va en aumento y su perfil es también cada vez más variado. Pero en cambio hay algo que permanece inalterable y que hace de esta situación un hecho aún más desgarrador: la indiferencia. No puedo evitar observar con aprensión cómo los transeúntes, jóvenes de ambos sexos y no tan jóvenes, caminan con una estampa impecable e impoluta, engalanados y emperifollados hasta el absurdo; cierto que esto es una generalización, pero pareciera que varias generaciones, para más inri las que probablemente tengamos menos futuro y aspiraciones de las gestadas en muchos años anteriores, focalizan su atención únicamente en aspectos banales. Sus manos portan bolsas de firmas de ropa, de grandes almacenes... Bienes de consumo que, con bastante probabilidad, me atrevo a elucubrar que ni tan siquiera necesitan. Casi ninguno de ellos centra su mirada en las personas que están sentadas en el frío pavimento, su rostro y su expresión permanecen totalmente incólumes. ¿Cómo se ha llegado a esa situación? No ya al hecho de dar una limosna o dejar de hacerlo, sino al de la absoluta apatía social, la vacua y falaz existencia que supone no sentir nada por quienes te rodean más allá de tu círculo más íntimo. Cuando hablan de las cifras de perecidos por inanición infantil en el lastimado continente africano, o de sida, o de tantas otras cosas, pienso "Creen que son cifras, cifras y actos aleatorios que les resultan ajenos y sobre los que erróneamente creen no tener voluntariedad ni culpa. En parte, porque así les ha sido inculcado.". ¿Pero y en este caso? Están viendo sus rostros, comparten el mismo espacio público. ¿Cuán de cerca ha de atisbarse la desgracia para plantearnos un cambio? ¿para clamar por otro modelo social? El ser humano posee hoy la tecnología, los recursos, y los medios productivos para que esta situación no se produzca, esto es objetiva y científicamente cierto. Entonces y bajo esta premisa, ¿por qué permitimos que ocurra? ¿deben los intereses privados estar por encima de los derechos sociales? ¿puede permitirse el lucro desmedido de unos pocos individuos y corporaciones en detrimento de una vida digna para otros? Yo, que soy hijo de esta sociedad e hijo por tanto del capitalismo y la economía de mercado, no puedo o no he sabido por ello cómo no incurrir en ciertas contradicciones con mi propia moral, pero desde luego no es este el modelo de Estado por el que abogo.

Me vienen a la mente las palabras del pastor luterano alemán Martin Niemöller durante la barbarie nazi:

"Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio, porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra, porque yo no era judío,
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar
."

Luchad, luchad ahora. Pues si esperáis a que la desgracia os afecte a título personal y algún día así sucede, el hambre y la desesperanza no os dejarán fuerzas para ello. Y quizás os convirtáis vosotros en testigos de esa esfera de indiferencia, cayendo en la cuenta de que no queda nadie dispuesto a ayudaros.
martes, 23 de abril de 2013 |

Lecturas: Diario de Rusia (John Steinbeck y Robert Capa).

Tenía el blog bastante abandonado por diversas cuestiones... Meditando sobre ello puede uno pensar que es algo curioso, la actualidad (o la ineptutid, más bien) política nos proporciona como compañía no solicitada para casi cada café matutino una bomba informativa que suele ir de la mano de una nueva vejación de los derechos sociales. Claro que en la mentalidad de la gente no parece tener cabida el tratar de revertir la situación, sino más bien la "suerte" que supone el hecho de poder seguir permitiéndose un desayuno caliente tal y como están las cosas. De modo que quizás es justo lo contario, la situación alcanza tal cota de surrealismo que me sobrepasa; se le quitan a uno las ganas de invertir su tiempo en hacer la más mínima crítica o de presentar debate viendo cómo día tras día acontece lo que está aconteciendo y las conciencias siguen adormecidas, enfrascadas en la "decimoinfinita" edición del Gran Germano de turno. Necesitaba salir, al menos un momento, a respirar fuera de este aire viciado.

Por esta razón y considerando el día que es hoy, creo que es una excelente ocasión de dar un nuevo matiz a mi blog para diversificar su contenido: Lecturas. Y dado mi estado mental, qué mejor forma de iniciarlo que con una lectura que, sin ser mero entretenimiento (y no tengo a priori nada en contra de la lectura como mero entretenimiento) se aleja de la política. Aclarar también que no pretendo clasificar las obras según una nota, pues en primer lugar parto de la base de que daré cabida sólo a obras cuya lectura considere personalmente de interés; a lo anterior y en segundo lugar se suma el hecho de que con los libros me ocurre un poco como con el cine o la música: Hay gérenos para cada momento. Determinadas circunstancias, etapas y vivencias hacen que a uno a pesar de sus predilecciones le apetezca sumergirse en obras de muy distinta índole: Desde enriquecedores ensayos políticos hasta novelas fantásticas con las cuales evadirse. Y dado que semejantes géneros se parecen como una uva a una manzana, y que desde bien temprano en el colegio nos enseñaron a no sumar uvas con manzanas... No creo que quepa justa comparación.


DIARIO DE RUSIA

"Justo después de que el Telón de Acero cayera sobre Europa del Este, el ganador del Pulitzer John Steinbeck y el famoso fotógrafo de guerra Robert Capa se aventuraron en la Unión Soviética con el fin de escribir un reportaje para el New York Herald Tribune. Esta oportunidad única llevó a los famosos viajeros no solo a Moscú y Stalingrado, sino también por los campos de Ucrania y el Cáucaso.
El campo y las ciudades seguían arrasados por la guerra y el transporte por carreteras y raíles devastados resultaba difícil. Todas las familias habían sufrido las consecuencias del conflicto, y su vida cotidiana se veía negativamente afectada por los largos años de ocupación y lucha. Pero el voluntarioso pueblo soviético se estaba reconstruyendo, y en medio de la penuria acogieron en sus casas y en sus vidas a los periodistas occidentales. Este no es un libro sobre ideología política. La elegante escritura de Steinbeck y las brillantes fotografías de Capa captan el espíritu de un pueblo que trabaja heroicamente por reconstruir su patria y aún así, logra sacar un poco de tiempo para divertirse.Diario de Rusia nos ofrece un retrato inolvidable de los primeros años de posguerra y constituye una crónica excepcional y un documento histórico único."


El primer lugar decir que Steinbeck hace uso de una escritura desenfadada, cómica en ocasiones, lo cual ya es indicio del tipo de obra que tenemos entre manos (y así se nos describe en el propio libro): No se pretende entrar en política, ni tan siquiera opinar, tan sólo recoger las experiencias vividas, siempre en la medida de lo posible. Lo cual cabe destacar no es óbice para hacer uso de ese tono como mofa a ciertas creencias populares, conductas y pautas de la ciudadanía intoxicada por la propaganda pre-guerra fría de por aquel entonces; si bien tampoco es lo habitual.

Para mí los inicios han sido quizás lo mejor del libro, cómo los estadounidenses con los que comentan sus planes llegan a decir a nuestros dos protagonistas todo tipo de comentarios infundados, como que desaparecerán en territorio soviético sin que nadie vuelva a saber de ellos; o directamente, que arrojen si tienen la ocasión bombas sobre esos rojos del Kremlin. A todo ello se unen los diversos problemas que van surgiendo para desplazarse o hacerse entender una vez ya en suelo comunista.

El libro tiene algunos altibajos, ganando enteros conforme viajan al extraradio de las ciudades. Se describe la simetría estadounidense-soviética en cuanto a la rumorología y sentimientos sin fundamento; también los últimos son proclives a exaltar algunos aspectos de su vida diaria o de sus logros por encima de los de los americanos que, en no pocos casos, desconocen totalmente. Al margen de las confrontaciones lógicas de las ideologías abanderadas por ambos países, de las vías que propone cada una de ellas y al margen también de la forma de afrontar las cuestiones morales que plantea el llegar a sus objetivos; el libro deja patente el efecto de las posturas de un gobierno frente a otro que, en una situación de extrema tensión y poca o ninguna transparencia respecto al adversario político, calan en las gentes de a pie desconocedoras de que muy a grandes rasgos o al menos en las cuestiones existenciales, tantos los rusos como los americanos desean exáctamente lo mismo.

Se describe la rica vida que emana de las poblaciones agrestres, una población enérgica y trabajadora que, lejos de caer en el desánimo por la destrucción de sus hogares y sus cochesas, con el dolor y las dificultades añadidas de las pérdidas de sus maridos, hermanos, etc. Presenta una visión de lo más optimista, pensando únicamente en el progreso mediante el trabajo duro y perdiendo horas de sueño y de descanso para sacar tiempo de donde no lo hay y destinarlo a la diversión y el ocio.

La etapa final del libro va perdiendo gradualmente enteros, pues uno termina teniendo la sensación de que cada vez con mayor frecuencia los protagonistas se centran únicamente en los diversos banquetes a los cuales son invitados. De esta manera el lector se ve sumido en una vorágine de comentarios sobre la comida y la bebida que les ofrecen contínuamente en ellos, así como la pesadez de estómago fruto de tales excesos. Semejantes descripciones al principio tienen su gracia, pero más tarde se tornan algo repetitivas y comienzan a carecer de interés.

Por último mencionar las fotografías de Robert Capa, que son un pequeño tesoro para ilustrar la historia de la que se nos va haciendo partícipes conforme avanzamos en la lectura (aunque a decir verdad el papel del libro, al menos en la edición que yo poseo y al no ser de más calidad que el resto de páginas sin fotografías, no es el mejor soporte para ellas).