lunes, 14 de mayo de 2012 |

Cómo ser persona. Manual básico.


Estas son las palabras que dedicaría, de tenerlo, a mi futuro hijo o hija; las convicciones inamovibles en las que me baso a la hora de interrelacionarme, y aquellas que deben estar presentes para que una persona determinada pueda dejar de ser para mí un mero individuo y germine cualquier tipo de vínculo afectivo. Esto es, en definitiva, lo que exijo... Así como lo que doy.



No me importa tu sexo, siempre que aprendas a apreciar el opuesto y ser respetuoso. En una sociedad machista por definición, de ser mujer, deberás luchar redoblando tus esfuerzos para lograr la consecución de tus metas, te conmino a, y de hecho te exijo, tratar de revertir la situación en la medida de tus posibilidades; y por supuesto, a no incurrir en la doble moral que supondría aprovecharte, por sutil que fuera la forma de hacerlo, de tu condición femenina contribuyendo a tamaña injusticia. De ser un varón, empero, tampoco hallarás huelga decirlo un camino llano, tu línea de actuación ha de ser idéntica, sin tratar de imponer jamás tu condición masculina ni sacar cualquier tipo de provecho de ello. En cualquier caso ya seas mujer o varón, la violencia es algo deleznable y mezquino, pero lo es más aún con tu pareja; nunca, en ningún caso, se debe recurrir a la violencia verbal, ni muchísimo menos física.

Para nada es relevante tu orientación sexual; seas heterosexual, gay, o lesbiana, lo único que espero y deseo para ti es que algún día logres alcanzar la felicidad junto a otra persona, independientemente también, lo reflejo aunque me gustaría que no fuera necesario dejar constancia de ello, de su procedencia o su color de piel. De ser así, te prometo, y os prometo a ambos, mi apoyo incondicional y el mayor de mis respetos.

Me es totalmente indiferente, de hacerlo, qué religión abraces, así como me es indiferente tu ideología política. No trataré de imponerte mi visión, que obviamente la tengo, en ninguno de estos dos aspectos; te otorgo la más absoluta libertad de elección como mis padres padres me la dieron a mí (hecho que siempre consideré un don muy preciado) siempre y cuando abogues por la comprensión y la más absoluta tolerancia para/con los demás. 

Tampoco considero de gran importancia si decides o no estudiar y el qué, ni a qué te dediques; siempre que decidas ganarte la vida de una forma honrada, seas sensible a los problemas de la sociedad y conserves, llegues a donde llegues, la humildad. Ahora bien, sí considero un punto de inflexión aunque en principio parezca que incurro en una contradicción, el hecho de que la formación es no sólo una necesidad, sino uno de los mayores bienes que puedes albergar. Ésta no tiene por qué ser una carrera, ni tiene por qué adoptar la forma de un máster de varios miles de euros; pero el estudio concienzudo de la información que cae en tus manos, un conocimiento aunque sea breve de la historia, de la política, de los temas sociales y cotidianos... Te ayudarán a tener una mente ágil, a no ser influenciable, y sobre todo a ser crítico y a pensar por ti mismo. Busca tu camino por tus propios medios, sé inconformista, y no formes parte jamás, independientemente de lo que decidas ser, de la vacua masa que se deja arrastrar por la inercia de la corriente.

Por último, me gustaría que aprendieras, de corazón, a admirar lo realmente importante en la vida. No es malo, en principio, querer progresar económicamente, pero... ¿hasta qué punto? El dinero puede otorgar despreocupación, cierto bienestar, así como bienes materiales que sin duda codiciarás. ¿Es eso la felicidad?, a mi juicio no sólo no lo es, reside en conceptos diametralmente opuestos: en la sencillez, en una conciencia tranquila, en vivir acorde a unos principios justos, en admirar y respetar tu entorno...  Y digo opuestos porque en su mayoría todos ellos quedan reñidos con la obtención de bienes monetarios llegados a un determinado punto. Otras cosas, simple y llanamente, escapan de la retorcida e intrincada órbita del dinero, el calor de una familia o la complicidad de un amigo no pueden ser comprados; tampoco la sensación de paz que irradia al contemplar un bello paraje, el disfrute de una poesía, o la sensación de absoluta realización que te invade ante la escritura, la música, la pintura... O cualquier otra rama artística. Disfruta de lo que realmente te llene, pero aprende a valorar a las personas, siempre, por encima de lo meramente material.