jueves, 18 de abril de 2013 |

Que "malamente" pintan las cosas...




El proceso que tildan de crisis no es tal cosa, o al menos no sólo es una crisis. En este tótum revolutum de acontecimientos se infiere un cambio de ciclo en nuestro país, o matizando, se atisba cómo va a asentarse un modelo económico que nos viene impuesto desde arriba, pero del cual también hemos sido partícipes (a menudo sin ser conscientes de ello), por cada uno de los pasos que hemos dado en la historia reciente. Así es como España se convierte en un país manufacturador, más cerca de los países del este que de cualquier otro país europeo; en detrimento de la posibilidad de tener un país innovador como lo son Alemania, Francia... etc. Por no mencionar si quiera ya lo de democrático.

No es cosa de un día. Es el fruto de no haber apostado por la tecnología y la innovación, de no haber invertido para contribuír a la investigación, a crear industria y tejido empresarial propios durante el mal llamado "milagro económico" (otro tema del que pudiera hablarse largo y tendido) que pudieran albergar a los trabajadores y estudiantes cualificados, diversificando con ello la economía hacia horizontes ajenos al ladrillo y fortaleciéndola ante eventos como la burbuja inmobiliaria. Nosotros, decía, somos partícipes de ello, pues hemos dado nuestro beneplático a quienes sentaban los pilares de esta situación y durante un tiempo también nos hemos beneficiarios de ella. Nosotros que veíamos imprescindible comprar un piso sin tener si quiera un trabajo fijo (¿alquiler? eso es cosa de pobres). Nosotros que en cuanto entrábamos en el mercado laboral creíamos imprescindible poseer un coche de alta gama para no ser menos que el vecino. Quizás sea demasiado duro, podríais pensar, pues es cierto que nos vendieron la moto (y de que manera) para que así fuera, pero no es menos cierto que caímos en la trampa como pardillos y que nadie se paró a pensar en las consecuencias. No contentos con ello la conciencia colectiva sigue tan adormecida que seguimos contribuyendo a su juego, eligimos a partidos políticos cuyos intereses distan de los de todas las personas de a pie que no poseemos medios de producción y que obedecien a los dictámenes del capital. No hay más diferencia entre PSOE y PP que leves matices ideológicos, así uno cree que realmente está votando una opción que difiere a la otra, es más, hasta la defiende como un hincha defiende a su equipo contra la hinchada del contrario, pero en materia económica sus actuaciones son exáctamente las mismas. Y lo son porque no quieren, no saben, o no pueden contradecir a aquellos que mueven los hilos para manejarlos como títeres. Con el capital hemos topado. La Transición supuso un proceso de paz que fue bien recibido por todos, pero también sentó las bases de lo peor que tenemos hoy día: Nuestra democracia nació corrupta.

Ahora, después de habernos pasado años dedicándonos a edificar como si en ello fuera la vida, la gente es echada de sus casas, se han terminado de malvender las pocas empresas rentables nacionales, y se han nacionalizado las empresas y bancos en quiebra que han sufragado los costes más absurdos e inverosímiles de esa casta política que nos prometía oro hipotecando nuestro futuro y nuestros derechos sociales.

El horizonte pinta turbio, muy turbio, y lo más lúgubre de todo es que la mente de la mayoría de las personas de aquí a que llegue ese maravilloso proceso electoral del que te hacen partícipe cada cuatro años seguirá igual de adormecida o más, los acontecimientos se habrán desdibujado entre las chorrocientas entregas de "Gran Hermano", "Gandia Shore" y demás mierda televisiva, y volverán a contribuír al juego tirando su voto a la basura. Entre medias ni mú, no se te ocurra abrir la boca que puedes ser tildado de violento, coaccionador, o a lo peor... De nazi. (Aquí se vota, pero después se calla).