martes, 23 de abril de 2013 |

Lecturas: Diario de Rusia (John Steinbeck y Robert Capa).

Tenía el blog bastante abandonado por diversas cuestiones... Meditando sobre ello puede uno pensar que es algo curioso, la actualidad (o la ineptutid, más bien) política nos proporciona como compañía no solicitada para casi cada café matutino una bomba informativa que suele ir de la mano de una nueva vejación de los derechos sociales. Claro que en la mentalidad de la gente no parece tener cabida el tratar de revertir la situación, sino más bien la "suerte" que supone el hecho de poder seguir permitiéndose un desayuno caliente tal y como están las cosas. De modo que quizás es justo lo contario, la situación alcanza tal cota de surrealismo que me sobrepasa; se le quitan a uno las ganas de invertir su tiempo en hacer la más mínima crítica o de presentar debate viendo cómo día tras día acontece lo que está aconteciendo y las conciencias siguen adormecidas, enfrascadas en la "decimoinfinita" edición del Gran Germano de turno. Necesitaba salir, al menos un momento, a respirar fuera de este aire viciado.

Por esta razón y considerando el día que es hoy, creo que es una excelente ocasión de dar un nuevo matiz a mi blog para diversificar su contenido: Lecturas. Y dado mi estado mental, qué mejor forma de iniciarlo que con una lectura que, sin ser mero entretenimiento (y no tengo a priori nada en contra de la lectura como mero entretenimiento) se aleja de la política. Aclarar también que no pretendo clasificar las obras según una nota, pues en primer lugar parto de la base de que daré cabida sólo a obras cuya lectura considere personalmente de interés; a lo anterior y en segundo lugar se suma el hecho de que con los libros me ocurre un poco como con el cine o la música: Hay gérenos para cada momento. Determinadas circunstancias, etapas y vivencias hacen que a uno a pesar de sus predilecciones le apetezca sumergirse en obras de muy distinta índole: Desde enriquecedores ensayos políticos hasta novelas fantásticas con las cuales evadirse. Y dado que semejantes géneros se parecen como una uva a una manzana, y que desde bien temprano en el colegio nos enseñaron a no sumar uvas con manzanas... No creo que quepa justa comparación.


DIARIO DE RUSIA

"Justo después de que el Telón de Acero cayera sobre Europa del Este, el ganador del Pulitzer John Steinbeck y el famoso fotógrafo de guerra Robert Capa se aventuraron en la Unión Soviética con el fin de escribir un reportaje para el New York Herald Tribune. Esta oportunidad única llevó a los famosos viajeros no solo a Moscú y Stalingrado, sino también por los campos de Ucrania y el Cáucaso.
El campo y las ciudades seguían arrasados por la guerra y el transporte por carreteras y raíles devastados resultaba difícil. Todas las familias habían sufrido las consecuencias del conflicto, y su vida cotidiana se veía negativamente afectada por los largos años de ocupación y lucha. Pero el voluntarioso pueblo soviético se estaba reconstruyendo, y en medio de la penuria acogieron en sus casas y en sus vidas a los periodistas occidentales. Este no es un libro sobre ideología política. La elegante escritura de Steinbeck y las brillantes fotografías de Capa captan el espíritu de un pueblo que trabaja heroicamente por reconstruir su patria y aún así, logra sacar un poco de tiempo para divertirse.Diario de Rusia nos ofrece un retrato inolvidable de los primeros años de posguerra y constituye una crónica excepcional y un documento histórico único."


El primer lugar decir que Steinbeck hace uso de una escritura desenfadada, cómica en ocasiones, lo cual ya es indicio del tipo de obra que tenemos entre manos (y así se nos describe en el propio libro): No se pretende entrar en política, ni tan siquiera opinar, tan sólo recoger las experiencias vividas, siempre en la medida de lo posible. Lo cual cabe destacar no es óbice para hacer uso de ese tono como mofa a ciertas creencias populares, conductas y pautas de la ciudadanía intoxicada por la propaganda pre-guerra fría de por aquel entonces; si bien tampoco es lo habitual.

Para mí los inicios han sido quizás lo mejor del libro, cómo los estadounidenses con los que comentan sus planes llegan a decir a nuestros dos protagonistas todo tipo de comentarios infundados, como que desaparecerán en territorio soviético sin que nadie vuelva a saber de ellos; o directamente, que arrojen si tienen la ocasión bombas sobre esos rojos del Kremlin. A todo ello se unen los diversos problemas que van surgiendo para desplazarse o hacerse entender una vez ya en suelo comunista.

El libro tiene algunos altibajos, ganando enteros conforme viajan al extraradio de las ciudades. Se describe la simetría estadounidense-soviética en cuanto a la rumorología y sentimientos sin fundamento; también los últimos son proclives a exaltar algunos aspectos de su vida diaria o de sus logros por encima de los de los americanos que, en no pocos casos, desconocen totalmente. Al margen de las confrontaciones lógicas de las ideologías abanderadas por ambos países, de las vías que propone cada una de ellas y al margen también de la forma de afrontar las cuestiones morales que plantea el llegar a sus objetivos; el libro deja patente el efecto de las posturas de un gobierno frente a otro que, en una situación de extrema tensión y poca o ninguna transparencia respecto al adversario político, calan en las gentes de a pie desconocedoras de que muy a grandes rasgos o al menos en las cuestiones existenciales, tantos los rusos como los americanos desean exáctamente lo mismo.

Se describe la rica vida que emana de las poblaciones agrestres, una población enérgica y trabajadora que, lejos de caer en el desánimo por la destrucción de sus hogares y sus cochesas, con el dolor y las dificultades añadidas de las pérdidas de sus maridos, hermanos, etc. Presenta una visión de lo más optimista, pensando únicamente en el progreso mediante el trabajo duro y perdiendo horas de sueño y de descanso para sacar tiempo de donde no lo hay y destinarlo a la diversión y el ocio.

La etapa final del libro va perdiendo gradualmente enteros, pues uno termina teniendo la sensación de que cada vez con mayor frecuencia los protagonistas se centran únicamente en los diversos banquetes a los cuales son invitados. De esta manera el lector se ve sumido en una vorágine de comentarios sobre la comida y la bebida que les ofrecen contínuamente en ellos, así como la pesadez de estómago fruto de tales excesos. Semejantes descripciones al principio tienen su gracia, pero más tarde se tornan algo repetitivas y comienzan a carecer de interés.

Por último mencionar las fotografías de Robert Capa, que son un pequeño tesoro para ilustrar la historia de la que se nos va haciendo partícipes conforme avanzamos en la lectura (aunque a decir verdad el papel del libro, al menos en la edición que yo poseo y al no ser de más calidad que el resto de páginas sin fotografías, no es el mejor soporte para ellas).
jueves, 18 de abril de 2013 |

Que "malamente" pintan las cosas...




El proceso que tildan de crisis no es tal cosa, o al menos no sólo es una crisis. En este tótum revolutum de acontecimientos se infiere un cambio de ciclo en nuestro país, o matizando, se atisba cómo va a asentarse un modelo económico que nos viene impuesto desde arriba, pero del cual también hemos sido partícipes (a menudo sin ser conscientes de ello), por cada uno de los pasos que hemos dado en la historia reciente. Así es como España se convierte en un país manufacturador, más cerca de los países del este que de cualquier otro país europeo; en detrimento de la posibilidad de tener un país innovador como lo son Alemania, Francia... etc. Por no mencionar si quiera ya lo de democrático.

No es cosa de un día. Es el fruto de no haber apostado por la tecnología y la innovación, de no haber invertido para contribuír a la investigación, a crear industria y tejido empresarial propios durante el mal llamado "milagro económico" (otro tema del que pudiera hablarse largo y tendido) que pudieran albergar a los trabajadores y estudiantes cualificados, diversificando con ello la economía hacia horizontes ajenos al ladrillo y fortaleciéndola ante eventos como la burbuja inmobiliaria. Nosotros, decía, somos partícipes de ello, pues hemos dado nuestro beneplático a quienes sentaban los pilares de esta situación y durante un tiempo también nos hemos beneficiarios de ella. Nosotros que veíamos imprescindible comprar un piso sin tener si quiera un trabajo fijo (¿alquiler? eso es cosa de pobres). Nosotros que en cuanto entrábamos en el mercado laboral creíamos imprescindible poseer un coche de alta gama para no ser menos que el vecino. Quizás sea demasiado duro, podríais pensar, pues es cierto que nos vendieron la moto (y de que manera) para que así fuera, pero no es menos cierto que caímos en la trampa como pardillos y que nadie se paró a pensar en las consecuencias. No contentos con ello la conciencia colectiva sigue tan adormecida que seguimos contribuyendo a su juego, eligimos a partidos políticos cuyos intereses distan de los de todas las personas de a pie que no poseemos medios de producción y que obedecien a los dictámenes del capital. No hay más diferencia entre PSOE y PP que leves matices ideológicos, así uno cree que realmente está votando una opción que difiere a la otra, es más, hasta la defiende como un hincha defiende a su equipo contra la hinchada del contrario, pero en materia económica sus actuaciones son exáctamente las mismas. Y lo son porque no quieren, no saben, o no pueden contradecir a aquellos que mueven los hilos para manejarlos como títeres. Con el capital hemos topado. La Transición supuso un proceso de paz que fue bien recibido por todos, pero también sentó las bases de lo peor que tenemos hoy día: Nuestra democracia nació corrupta.

Ahora, después de habernos pasado años dedicándonos a edificar como si en ello fuera la vida, la gente es echada de sus casas, se han terminado de malvender las pocas empresas rentables nacionales, y se han nacionalizado las empresas y bancos en quiebra que han sufragado los costes más absurdos e inverosímiles de esa casta política que nos prometía oro hipotecando nuestro futuro y nuestros derechos sociales.

El horizonte pinta turbio, muy turbio, y lo más lúgubre de todo es que la mente de la mayoría de las personas de aquí a que llegue ese maravilloso proceso electoral del que te hacen partícipe cada cuatro años seguirá igual de adormecida o más, los acontecimientos se habrán desdibujado entre las chorrocientas entregas de "Gran Hermano", "Gandia Shore" y demás mierda televisiva, y volverán a contribuír al juego tirando su voto a la basura. Entre medias ni mú, no se te ocurra abrir la boca que puedes ser tildado de violento, coaccionador, o a lo peor... De nazi. (Aquí se vota, pero después se calla).