lunes, 12 de septiembre de 2011 |

Nuevo curso, nuevas desgracias.


Mañana martes, 13 de septiembre, comienza el nuevo curso en la universidad, pero no es lo único que da inicio mañana. Para aquellos alumnos que como yo estudian carreras a extinguir comienza también otro año de despropósitos.

Podría hablar largo y tendido sobre diversos acontecimientos en mi carrera tan surrealistas que parecen sacados de una película de los Monty Python, sobre las incongruencias y la baja catadura moral de algunos profesores, o sobre cómo el nivel varía dramáticamente de un examen a otro en función simplemente de si necesitan o no dejar pasar alumnos; no basta ya con estudiar, a veces uno parece que debe esperar “su convocatoria”.

Así a bote pronto, recuerdo la anécdota de una compañera que se puso en contacto con un profesor tratando de concertar en repetidas ocasiones la revisión de un examen que había suspendido (no por ánimo de suplicar un incremento de nota, que tanto suelen decir, en ese caso se trataba de ver en qué había fallado y prepararse de cara al examen final), sin embargo este individuo que se hace llamar profesor pasó olímpicamente del tema. Finalmente, cuando llegó el examen final, el profesor se le acercó mientras mi compañera lo hacía y le dijo una frase tal que “Ya tengo tu examen, cuando quieras lo revisamos”.

A mí sin ir más lejos, me ocurrió que me suspendieron en cierta asignatura el segundo parcial, dadas las circunstancias decidí no presentarme al final y esmerarme en otras… cual fue mi sorpresa cuando, la tarde del día anterior a dicho examen, recibo un mensaje por el campus virtual indicándome que había habido un error, y tenía el segundo parcial aprobado… Genial.

Y es que parece que una vez uno llega a ser profesor es intocable, algunos profesores (no todos) aprovechan la situación envolviéndose en un aura de superioridad hacia el alumno, ese ser mediocre y vago que está allí por tocarse los cojones. En mi humilde caso, no voy a decir que he sido un estudiante modelo, pero vaya por delante que mis padres tampoco han tenido nunca que obligarme a estudiar, de modo que oiga, si estoy en la Universidad por matar el tiempo a mis veintitrés años y encima pagando a cambio voy un poco de culo. Me parece a mí más probable que sea usted el que está en esto de la enseñanza por tocarse los cojones. Siempre he defendido que no basta con saberse un temario para ser profesor, no todo el mundo tiene cualidades docentes (explicar correctamente, saber incitar el interés en los alumnos… etc) y es algo que debería evaluarse de algún modo.

En cualquier caso poco de eso importa ya, porque este es el último año que se imparten las asignaturas de mi carrera, de modo que en breves ni siquiera tendré profesores; eso sí, si quiero tener un mínimo de oportunidades debo matricularme este año a todo lo que me queda, que de por sí ya es una idea que me embarga de ilusión … Pero es que además existe el pequeño inconveniente del precio.

Llegados a este punto, echo cuentas de cuánto llevo ya gastado en matrículas, de cuántas cosas diferentes podría haber hecho o de otras carreras que podría haber cursado a estas alturas “Si hombre, pero esa carrera es una mierda, te lo pasarás bien estudiándola… pero si no tiene salida…” Pues vale, pero podría haber hecho un máster a posteriori, o dos, por no mentar el hecho de que mi carrera ahora mismo por muy difícil que sea tampoco tiene salida ninguna.

Y mientras tanto y para más inri los alumnos del nuevo grado, me vais a perdonar la expresión, sacándose la carrera con la polla; de aquí a unos años cualquiera puede ser ingeniero, más gente que pasa por las universidad, mayor negocio…. Y hordas de universitarios con un titulillo para enmarcar en su habitación (hasta los vendedores de marcos salen ganando oiga, son todo ventajas), ya depurará la situación el mercado cogiendo a los mejores.

En fin, que yo mientras tanto sigo con el plan antiguo, porque “siendo más difícil, es de cajón de madera de pino que salgas más preparado, con lo que deberías tener más oportunidades”. Pues como el día de mañana consiga sacarme esta carrera del demonio y les den prioridad a los del grado, preparo un suicidio en masa con mis compañeros. He dicho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si uno es joven siendo treintañero, como es mi caso, no puedes decir ni en broma que quizás no eres ("tan")joven con 23 primaveras. ¡Por favor, que no estamos en la Atenas de Pericles! Existe algo llamado esperanza de vida, aunque ello sea una estimación relativa.

Me parece interesante tu blog. Te deseo buena suerte con él.

Cordiales saludos,

Rafael Ángel

Estetioeslahostia dijo...

Jajaja, es la carrera, que me absorve toda jovialidad y me marchita lentamente ;-D

Pero tienes toda la razón del mundo,además, la juventud de "espíritu" es algo distinto a la juventud en sí.

En cualquier caso, muchas gracias por tus deseos y tu comentario, muy agradecido.

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